Por Raúl Enrique Bibiano
Días atrás, una vecina muy
aplicada, estudiosa, inteligente y llena de entusiasmo, me hizo una
pregunta que nunca antes en mi vida alguien me había planteado. En
medio de una breve charla, con toda su empática forma de ser, me
preguntó seriamente: "¿Los bebés piensan y si piensan, qué
piensan?" Su interrogante, más allá de sorprenderme, me llevó
a brindarle una respuesta coherente, de acuerdo a mi forma de pensar.
Sin embargo, al considerar su inquietud, sentí que merecía una
respuesta mucho más amplia. Por ello, dediqué tiempo a estudiar y a
investigar con seriedad y responsabilidad al respecto, con el fin de
ofrecerle una respuesta más completa. Esta búsqueda me ha dado la
oportunidad de escribir este artículo, algo que jamás imaginé,
todo gracias a ella.
¿Un
bebé piensa? Esta es una pregunta que ha intrigado a filósofos,
psicólogos y científicos durante décadas. A primera vista, puede parecer que los recién nacidos son
simplemente seres instintivos que reaccionan a estímulos externos
sin mayor complejidad. Sin embargo, estudios recientes sugieren que
los bebés son mucho más que simples seres en desarrollo, y que de
hecho, tienen la capacidad de pensar.
Cuando
un bebé nace, su cerebro está en pleno desarrollo y se encuentra en
un estado de plasticidad extrema. Esto significa que el cerebro del
bebé es altamente maleable y receptivo a nuevas experiencias y
estímulos. A medida que el bebé interactúa con su entorno, su
cerebro comienza a formar conexiones neuronales y a procesar
información de manera cada vez más compleja.
Es
en este proceso de desarrollo cerebral que se cree que los bebés
comienzan a pensar. Aunque es imposible saber con certeza qué es
exactamente lo que piensan los bebés, se ha observado que son
capaces de formar conceptos básicos, reconocer rostros familiares, y
anticipar eventos simples. Por ejemplo, muchos bebés reconocen la
voz de sus padres, saben cuándo es hora de comer y muestran
preferencia por ciertos juguetes o actividades.
Además,
se ha demostrado que los bebés son capaces de aprender de sus
experiencias y de adaptar su comportamiento en consecuencia. Por
ejemplo, un bebé puede aprender a asociar el sonido de una campana
con la llegada de la comida, o a reconocer patrones en su entorno que
le indiquen cuándo es hora de dormir.
En
definitiva, si bien no se puede saber con certeza qué es lo que
piensan los bebés, la evidencia sugiere que tienen la capacidad de
pensar de forma rudimentaria desde una edad temprana. A medida que
los bebés crecen y su cerebro se desarrolla, es probable que sus
capacidades cognitivas se vuelvan más complejas y sofisticadas. Por
lo tanto, es importante reconocer la importancia de estimular la
mente de los bebés desde una edad temprana, ya que esto puede tener
un impacto significativo en su desarrollo cognitivo a largo plazo.
Por
supuesto, existen diferentes teorías que explican cómo los bebés
piensan y procesan la información. Una de las teorías más
conocidas es la teoría de la mente, que sugiere que desde una edad
temprana los bebés tienen la capacidad de inferir los pensamientos y
emociones de los demás. Esto les permite interactuar de manera más
efectiva con su entorno y entender las relaciones sociales.
Además,
la teoría del desarrollo cognitivo de Piaget también sostiene que
los bebés son capaces de pensar y razonar, aunque de manera
limitada, desde una edad temprana. Según Piaget, los bebés pasan
por diferentes etapas de desarrollo cognitivo, desde la etapa sensorio-motriz hasta la etapa de las operaciones formales, en las que
van adquiriendo habilidades cada vez más complejas.
Para
finalizar, los bebés tienen mucho más potencial cognitivo del que
se suele creer. Es importante brindarles estímulos y experiencias
enriquecedoras desde una edad temprana para potenciar su desarrollo
mental y emocional. Además, comprender cómo piensan los bebés nos
ayuda a establecer una conexión más profunda con ellos y a fomentar
su bienestar y desarrollo integral.
Referencias:
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Universities Press
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Spelke,
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